¿En dónde estamos, en una oligarquía o en una plutocracia?

 

La principal diferencia entre la oligarquía y la plutocracia es que la oligarquía es una estructura de poder y la plutocracia es una sociedad o sistema gobernado y dominado por la pequeña minoría de los ciudadanos más ricos.


La oligarquía es una forma de estructura de poder en la que el poder descansa en un pequeño número de personas. Estas personas pueden distinguirse por la nobleza, la riqueza, los lazos familiares, la educación o el control corporativo, religioso o militar. Estos estados a menudo están controlados por familias que, por lo general, pasan su influencia de una generación a la siguiente, pero la herencia no es una condición necesaria para la aplicación de este término.

A lo largo de la historia, las oligarquías a menudo han sido tiránicas, confiando en la obediencia pública o la represión para existir. Aristóteles fue pionero en el uso del término como sinónimo de gobierno de los ricos, para el cual otro término comúnmente utilizado hoy en día es plutocracia.

La plutocracia es una forma de sociedad definida como gobernada o controlada por una función de riqueza o ingresos más altos. El primer uso conocido del término fue en 1631. A diferencia de sistemas como la democracia, el capitalismo, el socialismo o el anarquismo, la plutocracia no tiene sus raíces en una filosofía política bien establecida. El concepto de plutocracia puede ser defendido por las clases ricas de una sociedad de manera indirecta o subrepticia, aunque el término en sí mismo casi siempre se usa en un sentido peyorativo.

Existe además el término oclocracia o gobierno de la muchedumbre, “el poder político de las turbas”, que es una de las formas de degeneración de la democracia cuando sumergida en la mediocridad, en el fanatismo y en la inconciencia. Del mismo modo que cuando la papa está caliente la monarquía degenera en poder absoluto tiránico, las aristocracias degeneran en oligarquías, las democracias con gobiernos de la casta, que en Washington llaman “swamp”, degeneran en oclocracia. A veces se confunden los términos porque se entrelazan en la complejidad y en el movimiento.

En contraposición a la oclocracia, la cual se monta con las turbas mediocres, fanáticas e inconscientes, existe la otra facha de la moneda, la de un pueblo que va tomando conciencia de su identidad, de la cultura, del sentido de pertenencia, de la comprensión política pensada, de una vida vivida sentida en el calor del pueblo donde se definen los intereses del sector, de la clase y de las clases sociales.   La conciencia nacional y de clase no se adquieren ni se logran por decreto, se adquieren por las experiencias históricas, tradiciones y luchas sociales y políticas. La conciencia de clase se va construyendo a partir de los conflictos y cuando se logra, la clase trabajadora puede pasar de la necesidad económica a la voluntad política. La conciencia de clase es parte beligerante en la lucha de clases. Empezar a construirla es comenzar a ganar la lucha. 


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