Reflexiones acerca de Rafael Leónidas Trujillo
El
dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina fue un militar y político dominicano. La
dictadura de Trujillo, establecida y apoyada por los EE. UU aseguró al país un
período de "relativa" estabilidad y crecimiento económico, pero
implicó la drástica compresión de todas las libertades civiles y políticas; a
nivel internacional, igualmente apoyado y manteniendo estrechos vínculos con
Estados Unidos, su régimen registró un deterioro de las relaciones con los
países del Caribe y Centroamérica, en particular con Haití, Cuba, Guatemala y
Honduras.
Para
mediados de la década de los 20, luego de la evacuación del país por tropas
estadounidenses, Trujillo recibió el mando de la policía que más tarde convirtió
en el ejército nacional. Tras la revolución de 1930 contra la perpetuación de
la permanencia en el poder del gen. Vázquez, Trujillo fue elegido presidente de
la República. Desde entonces hasta 1952 ocupó el poder de manera ininterrumpida
(salvo el cuatrienio 1938-1942) imponiendo una rígida dictadura a través de la
cual implementó vastos programas económicos, con algunos avances en el país. En
1937 la ciudad de Santo Domingo fue nombrada Ciudad Trujillo en honor al
presidente que la había reconstruido tras el ciclón que había devastado la
capital.
En las
elecciones de 1952, el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, dio paso a su
hermano, el general Héctor Bienvenido Trujillo, entonces ministro de Guerra,
quien asumió la presidencia de la República y quien fue reelegido. en 1957 por
otros cinco años, prácticamente continuando la llamada "era de
Trujillo".
El 3 de
agosto de 1960, tras la presión pública y las acusaciones de "violación de
los derechos humanos" realizadas por la Organización de Estados Americanos
contra el régimen, el presidente Héctor Bienvenido renunció a favor del
vicepresidente Joaquín Balaguer.
El
generalísimo Rafael Trujillo fue asesinado como resultado de una conspiración
liderada por gen. Juan Tomás Díaz el 30 de mayo de 1961. Unos meses después, el
20 de noviembre de 1961, los hermanos Héctor y José Arismendi también
abandonaron el país y el 29 de diciembre se disolvió el partido dominicano,
fundado por Trujillo en 1931.
¿Trujillo, murió ajusticiado por los suyos?
Las reflexiones de Indalecio Prieto sobre Rafael Trujillo
por Eduardo
Montagut
Cuando
Rafael Trujillo fue asesinado a finales de mayo de 1961, Indalecio Prieto
publicó un largo artículo en El Socialista en junio, donde hizo una reseña de
la figura de este dictador, caracterizado por haber puesto en marcha una de las
tiranías más duras y sangrientas de la intensa historia de dictaduras en
América latina, aludiendo también a la experiencia de los exiliados españoles,
con alusiones a Franco, aunque no sobre las relaciones entre ambos dictadores.
Prieto comenzaba aludiendo al hecho de que, en su opinión, nunca en la historia
el asesinato de un gobernante de otro país había conseguido sacar adelante la
aprobación de una resolución de un parlamento mostrando su júbilo. Tenemos que
tener en cuenta que no hacía mucho que se había descubierto la conspiración
militar urdida por el “generalísimo dominicano” para terminar con la vida del
presidente Rómulo Betancourt que, como sabemos, se había destacado como
oponente del dictador desde Venezuela.
Prieto
recordaba que Trujillo no se había contentado con acabar con las vidas de sus
oponentes en su país, sino también contra los de otros estados. En este
sentido, también recordó el caso del escritor vasco Jesús de Galíndez, y que ni
México había escapado a los “zarpazos de la fiera galoneada”, como lo
demostraría el caso del escritor español, nacionalizado mexicano, José Almoina,
abatido a tiros en la puerta de su casa en DF. Almoina había pagado con su vida
una audacia igual a la de Galíndez, es decir, escribir la biografía del
“déspota”, al que conocía bien por haber estado refugiado en Santo Domingo.
En la
República Dominicana, aunque pareciera increíble, había habido refugiados
españoles, señalaba Prieto. Llegaron varias expediciones que, al parecer,
parecía haber admitido de buen grado Trujillo, siendo presidente de la
República, pero en un momento dado las puso término sin aviso, en unas
circunstancias que el viejo líder socialista consideró como trágicas, y que
explicó en el artículo.
La cuestión
tenía que ver con la llegada de un trasatlántico francés lleno de republicanos
españoles, que pasaron los trámites de pasaportes, pero cuando esperaban para
desembarcar llegaron guardias y soldados con el fin de impedir la entrada en el
país por órdenes directas de Trujillo. No hubo explicaciones ni marcha atrás,
por lo que el barco tuvo que regresar. El problema era que Francia ya estaba
ocupada por los nazis. Prieto recordaba que la expedición no había sido
organizada por la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles a la que él
pertenecía, sino por otra de signo, según él, negrinista y comunista, es decir,
contraria a Prieto.
Siempre
según nuestro autor, entre los que intentaron buscar ayuda a través de
radiogramas desde el barco, estaba Ramón González Peña, ministro de Negrín, un
correligionario que había denostado largamente a Prieto por su postura
anticomunista. Pero el líder socialista decidió intervenir (no olvidemos que el
relato es del propio Prieto), para evitar que cayeran en manos de la Gestapo, y
al final, en las de Franco. El artículo relataba pormenorizadamente las
gestiones intensas y casi desesperadas de Prieto con Cárdenas y los mexicanos
para salvar a aquellos españoles. Al final, la JARE fletó un barco para recoger
en Fort de France a los pasajeros.
El cambio de
actitud de Trujillo provocó que los españoles expatriados que se encontraban
anteriormente en Santo Domingo intentaran salir hacia países próximos. Prieto
afirmaba que ya no había ninguno.
Prieto había
intervenido en un mitin en México el primero de abril de 1957 con ocasión de
cumplirse el primer aniversario de la muerte de Galíndez, donde realizó una
semblanza del dictador, y que utilizó como material para la parte de su
artículo dedicada a recordar algunos hechos terribles protagonizados por
Trujillo.
Para Prieto,
Trujillo era un verdadero monstruo amamantado por los Estados Unidos. Había
comenzado su carrera enrolándose en las tropas norteamericanas que ocuparon
Santo Domingo, una decisión que nuestro autor consideraba como un acto antipatriótico
al ponerse al servicio de un ejército invasor. Con el tiempo llegó a ser dueño
omnímodo de la República Dominicana.
Trujillo
podía ganar a Franco en crueldad, pero, además ambos estaban entregados a las
mismas “payasadas”, porque pagarían en grandes periódicos norteamericanos
páginas enteras con elogios hacia sus respectivas personas y otorgarían a sus
descendientes las distinciones más disparatadas, citando el hecho de que al
nieto del dictador español se le había cambiado el orden de sus apellidos para
llevar primero el de Franco. Trujillo, por su parte, hacía con sus
descendientes, cosas igualmente pintorescas. Y explicaba como a Rafael, con
tres años, se le nombró coronel, atendiendo, según el decreto firmado, a sus
méritos. Trujillo habría acumulado todos los títulos imaginables. En los
edificios oficiales y particulares destacaba el lema de “Dios y Trujillo”.
Pero, además, de todos esos títulos casi “celestiales”, absorbía todos los
negocios y era el dueño efectivo del país.
Prieto
afirmaba que Trujillo era el responsable del asesinato de unos tres mil
dominicanos, según las estadísticas más moderadas, pero también estaba el
asesinato de miles de haitianos en 1937 cuando se produjo la gran crisis
azucarera, como forma de “solucionar” el problema. Aquello fue, como sabemos,
un verdadero genocidio, la conocida como Masacre del Perejil. El artículo
también relataba cómo se sabía ya que Trujillo había sido el responsable del
asesinato de Jesús Galíndez. Y terminaba el artículo aludiendo a las brutalidades
de Trujillo y de Franco, aunque con métodos distintos.
Escrito por EDUARDO MONTAGUT - Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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