Acerca de las Venas abiertas del Caribe...

La plantación que no se repite: las historias

azucareras de la República Dominicana

y Puerto Rico, 1870-1930*

 


Por Humberto García Muñiz**

 

Este ensayo analiza, de manera comparativa, el sistema de

plantaciones de caña en la República Dominicana y Puerto Rico

entre 1870 y 1930.1 El enfoque obliga a examinar las economías

de ambos países en el contexto histórico del mercado azucarero

 

* Publicado previamente en la Revista de Indias, Año LXV, Nº 233, pp.

133-191, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de

Historia. Madrid, enero-abril de 2005. Reproducido aquí con la

autorización del autor, quien agradece los comentarios a este artículo y

la colaboración de Betsaida Vélez-Natal, Antonio Díaz Royo, Pedro

Rivera, Jorge Giovannetti-Torres, Miriam Lugo y Doralis Pérez-Soto.

** Doctor en Historia y profesor del Departamento de Historia, Sociología

y Antropología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

 

atlántico, que incluye, por un lado, los exportadores de América

Latina y el Caribe y, por el otro, los refinadores y productores de

edulcorante a partir de la referida caña y de la remolacha en Europa

y en los Estados Unidos.2

 El análisis se divide en dos etapas, el período 1870-1898 y el

lapso 1899-1930, por las diferencias sustanciales entre ellas que

ocasionó la anexión de Puerto Rico por los Estados Unidos como

consecuencia de la Guerra Hispano-cubana-norteamericana.

El artículo comienza examinando brevemente el origen de la

industria azucarera en La Española y Puerto Rico en el siglo XVI y

su distinta evolución, debido principalmente a la Revolución Haitiana

de finales del siglo XVIII y principios del XIX. El grueso del trabajo

discute el desarrollo del sector en ambos territorios en relación con

la demografía, la explotación de la tierra, los capitales invertidos, la

gerencia y la administración, el contexto tecnológico, la fuerza de

trabajo, los mercados internacionales y otros aspectos relevantes,

y termina con una recapitulación comparativa de todos esos factores

y con unas breves conclusiones.


1. El concepto “plantación” tiene significados y acepciones múltiples. En

este ensayo es la unidad de producción de azúcar de caña, en grandes

extensiones de tierra, que combina las fases agrícola y manufacturera

bajo una gerencia centralizada, requiere fuerza de trabajo compulsiva o

libre, cualificada y no diestra, y está organizada para producir un tipo

de dicho azúcar y sus derivados y venderla en el mercado interno o

externo. Tal definición intenta abarcar el continuum de la hacienda

cañera en el siglo XVI a la factoría central del XX, y por ello se diferencia

de la utilizada por M. Moreno Fraginals y otros autores, que adscriben

el cultivo de la gramínea a la referida plantación y su procesamiento al

ingenio centralizado en el período estudiado –antes de 1870 ambas

actividades habían estado indiscutiblemente integradas–. Ver Manuel

Moreno Fraginals, El ingenio. Complejo económico social cubano

del azúcar, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 467-504 (1ª ed. La Habana,

UNESCO, 1968; 2ª ed. completa, en tres volúmenes, La Habana, 

CienciasSociales, 1978), y “Plantaciones en el Caribe: el caso 

Cuba-Puerto Rico[1]Santo Domingo (1860-1940)”, Manuel Moreno Fraginals, 

La historia como arma y otros ensayos sobre ingenios, esclavos y plantaciones,

Barcelona, Crítica, 1983, pp. 56-117; Barry Higman, “Plantations and

Typological Problems in Geography”, Australian Geographer, vol. 21,

nº 2, Sydney, 1969, pp. 192-203, y Eric R. Wolf y Sidney W. Mintz,

“Haciendas y plantaciones en Mesoamérica y las Antillas”, Enrique

Florescano, coord., Haciendas, latifundios y plantaciones en América

Latina, México, Siglo XIX, CLACSO, 1975, pp. 532-572.

2. La delimitación atlántica es en cierto sentido arbitraria, ya que en los

casos y período estudiados excluye al mundo africano, principalmente

porque la esclavitud en la República Dominicana se abolió a principios

del siglo XIX y en Puerto Rico en 1873, aunque sin duda sobrevivían

africanos entre los 32,000 esclavos liberados en Borinquen, un 5% de la

población total de la isla.

 

Historias similares

 Las historias de La Española y de Puerto Rico fueron similares

desde su conquista por los españoles en el siglo XVI hasta inicios

del XVIII.3 Una vez agotado el oro en la primera, a partir de 1515,

se reestructuró la economía con la creación del primer complejo

económico-social de caña de azúcar en el Nuevo Mundo. El cultivo

y manufactura de la gramínea pasó de allí a Borinquen en las mismas

fechas, pero en la vecina isla no alcanzó una escala similar a la

dominicana. A finales de la decimosexta centuria comenzó a decaer

la industria de exportación de moscabado en ambas colonias por

varias razones: la desviación de las flotas para atender el comercio

de Tierra Firme, su restricción al puerto de Sevilla en régimen de

monopolio, la competencia de Brasil, el alto precio del tráfico de

esclavos y las epidemias que diezmaron la población nativa –y

también africana–.

 Mientras ocurrió el eclipse de los primeros sistemas de

plantación y tras el agotamiento de la minería, en los siglos XVII y

XVIII se desarrolló en La Española y en Puerto Rico una economía

de autoconsumo y contrabando –hatera y estanciera– con pocas

 

3. Estudios sobre este período inicial son los siguientes: Elsa Gelpí, Siglo

en blanco: estudio de la economía azucarera de Puerto Rico, Siglo

XVI (1540-1612), Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto

Rico, 2000; Francisco Moscoso, Agricultura y sociedad en Puerto

Rico, siglos 16 al 18: un acercamiento desde la historia, San Juan,

Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2001; Genaro Rodríguez Morel,

“Esclavitud y vida rural en las plantaciones azucareras de Santo

Domingo, Siglo XVI”, Anuario de Estudios Americanos, (1993), pp. 89-

117 y “The Sugar Economy of Española in the Sixteenth Century”, en

Stuart B. Schwartz, ed., Tropical Babylons: Sugar and the Making of

the Atlantic World, Chapel Hill, The University of North Carolina Press,

2004, pp. 85-114.


exportaciones (jengibre, añil y cueros). En esas sociedades

campesinas, fraguadas con los elementos étnicos amerindios,

hispano y africanos, se forjó una población criolla de habla castellana.

 

El impacto de la Revolución Haitiana

 Tras la despoblación forzada del Norte y Oeste de La Española

en el siglo XVII, ordenada por España, inmigrantes franceses se

asentaron en la parte occidental de la isla y desarrollaron la colonia

de plantaciones de Saint-Domingue, que se convirtió en la mayor

exportadora mundial de azúcar moscabada y de café en el último

tercio de la centuria. Dichas industrias desaparecieron virtualmente

luego debido a la revolución de esclavos de 1791 que concluyó

con la independencia de Haití en 1804.

 El nuevo panorama político y económico caribeño de finales

del siglo XVIII e inicios del XIX tuvo consecuencias distintas en el

Santo Domingo español y Puerto Rico. La primera se vio integrada

en el conflicto de Haití y tuvo, no una, sino dos aboliciones de

esclavitud, coincidiendo con la invasión de su territorio por el vecino

país: la decretada en 1801 por Toussaint Louverture, y la estipulada

en 1822 por Jean Pierre Boyer. Durante la ocupación de Boyer,

que duró hasta 1844, hubo una recuperación poblacional en una

economía de subsistencia conuquera, hatera y de corte de maderas

con base campesina.4  Sólo existían pequeños cañaverales y


4. Entre 1795 y 1819 Santo Domingo sufrió una catástrofe demográfica al

perder por muerte y emigración entre un 35 y un 50% de su población.

Como resultado quedaron 71.223 habitantes en 1819, frente a los 119,600

censados en 1782. Ver Frank Moya Pons, “Una historia de la población

dominicana”, El pasado dominicano, Santo Domingo, Fundación Caro

Álvarez, 1986, pp. 37-38.


trapiches en el Sur, entre la capital, Santo Domingo, y Azua, con

una producción para el autoconsumo de raspadura y aguardiente y

poca exportación. En 1844 la República Dominicana conquistó

militarmente su independencia, pero nació como un Estado

debilitado por la fragmentación del país, las luchas intestinas de

caudillos regionales y la guerra para derrotar a España (1861-1865)

tras su intento de restauración del dominio colonial.

 

El resurgimiento azucarero de Puerto Rico

En el caso de Puerto Rico, la Revolución Haitiana y, luego, las

guerras de independencia en los territorios españoles de la América

continental, propulsaron una modernización y consolidación de la

administración colonial hispana. Esta administración colonial

mantuvo un fuerte control sobre la sociedad. También favoreció la

entrada de empresarios, capital y tecnología, atraídos por las

medidas de liberalización del comercio y de la trata de esclavos

con las llamadas Reformas Borbónicas, que aceleraron una

tendencia de crecimiento de la industria azucarera que comenzó a

finales del siglo XVIII.5

 La expansión de las haciendas cañeras, con una mayoría de

propietarios extranjeros y mano de obra esclava africana, impulsó

la transformación del paisaje rural de Puerto Rico, debido a la

deforestación de los fértiles llanos costeros y a la demolición de los


5. Para análisis de la historia e historiografía de la industria azucarera

puertorriqueña desde sus orígenes hasta la actualidad, ver los estudios

de Guillermo A. Baralt, “La caña”, Semillas de cambio, San Juan, Banco

Popular de Puerto Rico, 1992, pp. 9-33, y de Antonio Santamaría y

Alejandro García Álvarez, “Historia de la industria azucarera en Puerto

Rico. Un balance”, A. Vieira, coord., O açucar e o cuotidiano, Funchal

(Madeira), Centro de Estudios do Hitória do Atlântico, 2005 (en prensa).


hatos y estancias. El resultado fue la migración del campesino

desposeído y marginado a las alturas montañosas del centro de la

isla.

 En 1822 o 1823 Robert y Josiah Archbald, dos hermanos

irlandeses, inmigrantes de la cercana colonia británica de Nevis,

introdujeron con éxito el primer molino de vapor en su hacienda de

Ponce, al Sur de Puerto Rico.6  Al principio la tecnología era

estadounidense en su mayoría, principalmente de la West Point

Foundry de Nueva York, pero según avanzó el siglo, se importaron

muchos equipos franceses (de la casa Cail básicamente) y

escoceses.7  Eso explica la presencia de maquinistas azucareros

del Reino Unido, como el ingeniero civil Robert Graham, y Richard

E. Burton, procedentes de la colonia caribeña de St. Vincent y sus

visitas a las Antillas Francesas.

 Desde las primeras décadas del siglo XIX, el crecimiento

azucarero de Puerto Rico estuvo ligado a los mercados británico y

estadounidense ya que el mercado español se mantuvo cerrado

para proteger su industria doméstica, cuya importancia se alternó


6. Ver Francisco A. Scarano, Sugar and Slavery in Puerto Rico: 

The Plan[1]tation Economy of Ponce, 1800-1850, Madison, Wisconsin Univ. Press,

1984, p. 108 (hay traducción española, Haciendas y barracones: azúcar

y esclavitud en Ponce, Puerto Rico, 1800-1850, Río Piedras, Huracán,

1993.

7. Ver Richard E. Burton, “Planting in Porto Rico”, The Sugar Cane (London), 

1 July 1874, p. 365. La West Point Foundry enfrentó una

disminución de ventas en Cuba y hasta un boicot de los plantadores

cubanos, por la venta de maquinaria defectuosa, a precios altos y con

la exigencia de pago al contado por medio de una casa comercial

reconocida. Ver Roland T. Ely, Cuando reinaba Su Majestad El Azúcar.

Estudio histórico-sociológico de una tragedia latinoamericana.

Origen y evolución del proceso, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,

1963, pp. 154, 521-523

.

debido a hechos como el desarrollo de la producción de dulce en

Louisiana, que en la década de 1840 era la principal región

productora de dulce en los Estados Unidos, la destrucción posterior

de sus plantaciones durante la Guerra de Secesión (1861-1865) y

su reconstrucción en la década de 1870, la apertura de las aduanas

del Reino Unido al comercio libre del edulcorante de caña y

remolacha en 1846 (con consecuencias muy negativas para sus

colonias caribeñas), y la Guerra Franco-prusiana de 1870-1871.

 Durante la crisis de la década de 1840, basándose en la

experiencia de la colonia francesa de Martinica con las factorías

centrales, Darío de Ormachea sugirió en su memoria dirigida a la

reina de España la creación de dichas factorías para separar el

cultivo de la caña y la fabricación del azúcar y elaborar un tipo de

dulce más refinado.8  A pesar de varios intentos, los hacendados no

hicieron caso a la propuesta, pues todavía el moscabado tenía salida

en el mercado mundial y resultaba lucrativo tal como estaba el

sistema de producción.

 

Fuerza de trabajo, enfermedad de la caña y mercados de

Azúcar

 Hacia 1870, Puerto Rico, con 550 haciendas y una producción

de 105,000 Tn. de moscabado, contribuía con casi un 7% a la

oferta total de azúcar de caña del mercado mundial. Sin embargo,

en la década que entonces se iniciaba, dicha producción y la

demanda internacional de dulce comenzaban a desestabilizarse por

varias causas que revisamos a continuación.


8. Ver Darío de Ormachea, “Memoria acerca de la agricultura, el comercio

y las rentas internas de la Isla de Puerto Rico”, Cayetano Coll y Toste,

(comp.), Boletín histórico de Puerto Rico, San Juan, Cantero, Fernández

Co., 1914, pp. 251-3.


En primer lugar, los hacendados puertorriqueños se enfrentaron

a una dislocación en el sistema laboral con la abolición de la

esclavitud y del trabajo libre forzado en 1873.9  El liberto representó

un papel clave en la transición a un mercado libre de mano de obra

y también implicó un aumento en los gastos de las explotaciones

agrarias en salarios, vivienda, medicina y otros rubros. Aunque la

caña necesita muchos brazos, parece ser que no hubo escasez de

ellos. La alta densidad poblacional –80 personas por km2

 en 1877–

y la falta de tierras impelieron al proletariado rural a trasladarse de

lugar según las temporadas de cosecha de la caña de azúcar, el

café y el tabaco. El trabajador rural comenzó una migración circular  

estacional de las alturas montañosas del centro de Borinquen hacia

la costa y viceversa, impulsado por el desarrollo tradicional de la

industria del dulce en el litoral y del cultivo cafetalero en el interior

en el último tercio del siglo XIX, cuando se convirtió en el producto

de exportación más importante de la isla.10  Esa movilidad contribuyó

a que el gobierno colonial español anulara una incipiente inmigración

de las Antillas Menores hacia ella, lo que demostró su control sobre

su posesión ultramarina. En 1885 el ingeniero cubano, Gastón

Descamps escribió que:


“En Puerto Rico no hace falta inmigración alguna, bastando

la densa población de la Isla, para duplicar, y aún para triplicar,

su actual producción”.11


9. Ver Andrés A. Ramos Mattei, “El liberto en el régimen de trabajo

azucarero de Puerto Rico, 1870-1880”, en Andrés A. Ramos Mattei,

editor, Azúcar y esclavitud, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico,

1982, pp. 99-124.

10. Ver Laird W. Bergad, “Agrarian History of Puerto Rico”, Latin American 

Research Review, vol. 13, nº 3, Duke, 1978, pp. 63-94.

11. G. Descamps, La crisis y la Isla de Cuba. La Habana, La Propaganda

Literaria, 1885, capítulo “La Isla de Puerto Rico”, especialmente p. 75.

 

En 1899 la Isla era:

“Uno de los pocos lugares en el hemisferio occidental (})

donde la proporción de extranjeros era baja, alcanzando sólo

un 1.5% de la población total: 13.372 personas.12

 

Un segundo factor desestabilizador fue que en 1870 una

enfermedad no identificada atacó las raíces de la caña e hizo estragos

en la producción en la parte occidental y el norte de Puerto Rico.

Se combatió con nuevas variedades traídas de la colonia británica

de Trinidad, de las colonias francesas de Reunión y Mauricio, y del

Brasil, entre otros lugares. No se ha realizado una investigación

completa sobre el tema, pero es importante notar que el Dr. Agustín

Stahl señaló “por remedio variedades refrectarias al mal” e instó

a los hacendados a realizar “ensayos con distintas variedades”

en busca de aquellas “superiores en su rendimiento”.13

 Los problemas de exportación del dulce de Puerto Rico, en

tercer lugar, siguieron agravándose por la continuación del cierre

del mercado español y su desplazamiento del estadounidense y del

británico por nuevos productores, y particularmente en este último

por la subsidiada y de mejor calidad azúcar de remolacha de los

países europeos. Al surgir Alemania como primer ofertante mundial,

la situación hizo crisis en 1884, y los precios del edulcorante se

redujeron en torno a un 30%.


12. U. S. Department of War, Informe sobre el censo de Puerto Rico, 1899,

Washington D. C., Goverment Printing Office, 1900, p. 64.

13. Dr. Agustín Stahl, La enfermedad de la caña de azúcar en Puerto Rico,

San Juan Imprenta y Librería Acosta, 1880, p. 138. Esta enfermedad

redujo hasta la mitad las exportaciones de azúcar por el puerto de

Mayagüez y se extendió hasta el norte en las haciendas Los Caños en

Arecibo y La Esperanza en Manatí.


En 1890 el azúcar de remolacha alcanzó un claro predominio,

llegando a representar un 60.6% de la oferta mundial del dulce. Al

mismo tiempo, y como se observa en el Gráfico 1, la tendencia

declinante de la producción boricua de dicho artículo comenzó a

mediados de los 1880 y no se detuvo hasta 1900, cuando Puerto Rico 

estaba ya bajo el dominio de los Estados Unidos.

 

Producción de azúcar por quinquenios de la

República Dominicana y Puerto Rico, 1879-1934

Gráfico 1


Fuente. FAO, La economía mundial del azúcar en cifras, 1880-

1959, Roma, FAO, 1960, pp. 21-22.

 

Primeras factorías centrales en Puerto Rico

Entre 1873 y 1880 un comerciante colombiano en Mayagüez,

Wenceslao Borda Rueda, la Sociedad de Agricultura de Ponce, el

hacendado Santiago McCormick y el funcionario gubernamental

Eulogio Despujol volvieron a insistir vanamente ante distintas instancias

en la propuesta de separar las fases agrícola y manufacturera de la

industria azucarera puertorriqueña con la creación de factorías

centrales financiadas por bancos o fabricantes de maquinarias

franceses.14  Ninguna acción conjunta se llevó a cabo y los dueños

de haciendas siguieron dos rutas: la automatización parcial de sus

ingenios hasta conseguir plantas semi-mecanizadas o la construcción

de dichas centrales. El primer proceso llevó a que unos 300

introdujeran molinos movidos por vapor y otros aparatos para

procesar el jugo de guarapo, cuya cantidad y flujo se incrementó

gracias a la referida innovación. El resultado fue una mayor producción

de moscabado de la misma o mejor calidad que el elaborado

anteriormente, pero que el mercado comenzaba a rechazar.

 

      Para afrontar la nueva situación de competencia, entre 1873 y

1898 se abrieron también al menos nueve centrales azucareras en

Puerto Rico, seis en el norte de la isla –tres de ellas pertenecientes a

intereses británicos–, dos en el este y una en el oeste –propiedad de

un francés–, que producían azúcar cruda centrifugada de 96R

 de polarización, tal y como la demandaban las refinerías de los Estados

Unidos y del Reino Unido. La centralización aceleró el proceso de

concentración de tierras, impulsado primero por el tendido de trenes

portátiles para el servicio de las fábricas de dulce y de sus cañaverales

y, luego, por la construcción de redes ferroviarias que se extendieron

principalmente por las costas septentrional y meridional de la isla.

14. Los Borda adquirieron más tarde la Hacienda La Esperanza en Manatí y

al fracasar en la década de 1880 la transformaron en un rancho ganadero,

mientras que los McCormick se convirtieron en centralistas temprano

en el siglo XX con la Central Providencia en Patillas en el sur del país.

Andrés A. Ramos Mattei, “El surgimiento del complejo económico social 

de la central azucarera en Puerto Rico: 1873-1898”, La sociedad del

azúcar en Puerto Rico: 1870-1910, Río Piedras, Universidad de Puerto

Rico, 1998, p. 42, y Benjamín Nistal Moret, “Informe histórico sobre la

hacienda ‘Esperanza’: formación y desarrollo”, San Juan, Fideicomiso

de Conservación de Puerto Rico, 1979, y Trumbull White, “Cattle Raising 

in Puerto Rico”, Our New Possessions, Philadelphia, 

Manufacturers’ Book Co., 1898, pp. 421-425.

 

La primera central azucarera puertorriqueña, la San Vicente,

construida en 1873 por el comerciante Leonardo Igaravidez en el

pueblo de Vega Baja, se alimentó de las antiguas haciendas

colindantes, que se convirtieron en “cañaverales de

administración” (propias de la fábrica) o de terceros (colonos

más o menos independientes), recorridos por “numerosas redes

de vías férreas, sistema Bass”.15  El Ejemplo y Plazuela fueron

fundadas en 1896 por mercaderes boricuas, Antonio Roig, de pobre

cuna, originario de Yauco, que edificó otras tres en la década inicial

del siglo XX, y Balseiro & Georgetti, sociedad formada por un

reconocido técnico del sector, Rafael Balseiro, y un ambicioso y

joven comerciante, Eduardo Georgetti, nacido en Manatí y de

procedencia corsa, que se convirtió en el dueño de central boricua

más importante y portavoz de los intereses del negocio del dulce

como presidente de la Asociación de Productores de Azúcar en

los albores de la referida centuria.16

 El caso del corredor de azúcar Lorenzo W. Armstrong, de

New Haven, Connecticut, es el mejor ejemplo del escaso capital

ausentista estadounidense en la industria del dulce puertorriqueña

en el siglo XIX. Su primera inversión fue la Central Progreso, en


15. Carlos Peñaranda, Cartas puertorriqueñas 1878-1880, San Juan, El

Cemí, 1967, p. 85. Probablemente se refiere a equipo fabricado por la

Pioneer Iron Works de Alexander Bass. Cuando era una hacienda con

dos máquinas, una de vapor y otra de agua, antes de ser central, San

Vicente tenía arrendatarios y colonos. Ver Pedro San Miguel, El mundo

que creó el azúcar: las haciendas en Vega Baja, 1800-1873, Río

Piedras, Huracán, 1989, p. 75, y Teresa Martínez-Vergne, Capitalism in

Colonial Porto Rico. Central San Vicente in the Late Nineteenth Century, 

Gainesville, Florida Univ. Press, 1992.

16. Ver Delma S. Arrigoitía, Eduardo Giorgetti y su mundo: la aparente

paradoja de un millonario genio empresarial y su noble humanismo,

San Juan, Ediciones Puerto, 2002.

 

Carolina, realizada junto al británico Frederick Barnes. La

Canóvanas, la más importante en dicha centuria, se originó como

hacienda por el empuje del comerciante-banquero y cónsul

estadounidense, Jorge Latimer. Esta central, ya en manos de la

británica Colonial Company Ltd. en 1883, se encontraba en plena

transformación para comenzar operaciones a toda capacidad en

1885, pendiente a las negociaciones tarifarias de Estados Unidos

con España y sufriendo ya los embates de la competencia del azúcar

de remolacha de Alemania y Francia.17

 La mayoría de las centrales citadas se levantaron en la parte

nordeste de Puerto Rico. Debido a la geografía de la isla, dividida

por una cordillera central, en el área septentrional las precipitaciones

son abundantes, mientras que en el sur el agua es menos abundante

y las frecuentes sequías hacen necesario regar la caña. Dichas

centrales no remediaron los determinantes físicos del territorio para

la producción de azúcar, y tampoco aliviaron otros obstáculos.

Viejos condicionantes negativos subsistieron, entre los más

destacados, un sistema monetario inestable, la falta de instituciones

de crédito y la consiguiente escasez de liquidez y de capital, y un

régimen arancelario poco favorable, consecuencia de la pertenencia

del territorio a una potencia colonial europea poco desarrollada

económicamente y que centraba su interés en su posesión caribeña

más rica, Cuba.18  Los hacendados y comerciantes boricuas

 

17. La Colonial Company Ltd. era la principal empresa productora de azúcar

del Caribe, con fábricas totalmente mecanizadas en Trinidad y la Guayana

Británica y factorías semi-tecnificadas en Barbados . Ver Colonial Company Ltd.,

 Seventeenth Annual Report of the Directors, 1884, Guildhall

Library, Ms 18000/5B 250, City of London.

18. Ver “The Sugar Industry in Porto Rico”, Louisiana Planter and Sugar

Manufacturer, Nueva Orleans, 11 May 1895, p. 301 (traducción de Journal 

des Fabricants de Sucre), y también Consuelo Naranjo y Antonio

 

recurrieron a los lazos mercantiles y financieros con la colonia danesa

de St. Thomas en busca de alivio frente a tal situación.19

 Cuando los Estados Unidos invadieron militarmente Puerto

Rico en 1898, su industria azucarera, por tanto, estaba sumida en

la más grave crisis de su historia. Numerosos hacendados

abandonaron el cultivo y manufactura de la caña para dedicarse a

la cría de ganado o la siembra de pastos. La destrucción causada

por el huracán San Ciriaco en 1899 empeoró la situación,

reduciendo la producción hasta un mínimo de 36,000 Tn., en el

único año en que fue más baja que la dominicana (51,000 Tn.)

durante el período que estamos estudiando.

 

Los Estados Unidos y la República Dominicana

 Durante el último tercio del siglo XIX la penetración económica,

financiera, política y militar de los Estados Unidos era mayor en

la República Dominicana que en Puerto Rico. A manera de

ejemplo se puede citar el fallido intento de anexión del país en la

década de 1870, las negociaciones en ese decenio y los de 1880

y 1890 para arrendar la Bahía de Samaná con el fin de establecer

una base naval en ella, y el control de las finanzas nacionales desde

los años noventa hasta el inicio de la siguiente centuria por la

firma neoyorquina, Santo Domingo Improvement Co.20  Dicho

Santamaría, “Las últimas colonias. Puerto Rico y Cuba”, Beatriz Lavallé,

Consuelo Naranjo y Antonio Santamaría, La América española.

Economía (1763-1898), Madrid, Síntesis, 2002, pp. 351-356.

 

19. Ver Birgit Sonnesson, Puerto Rico’s Commerce, 1765-1865. From Regional 

to Worldwide Market Relations, Berkeley, UCLA, 2000.

20. Ver el estudio de esta compañía de Cyrus Veeser, A World Safe for

Capitalism: Dollar Diplomacy and America’s Rise to Global Power,

New York, Columbia University Press, 2002.

 

trasfondo explica el ambiente favorable para la entrada de

capitalistas del vecino país en su industria azucarera, aunque sus

inversiones iniciales fueron una consecuencia añadida de su

presencia en Cuba.

La industria azucarera dominicana renació en la región

meridional en la década de 1860, en la zona comprendida entre

Azua a la capital nacional, y se expandió hasta la provincia norteña

de Puerto Plata, pero no fue hasta la Guerra de los Diez Años en la

Gran Antilla (1868-1878), con la migración de unos 3,000 cubanos

y otros extranjeros residentes en ella (por ejemplo, del

estadounidense Alexander Bass), cuando se contó con el capital,

los empresarios y la tecnología para el despegue de su desarrollo.21

 

21. Varios trabajos generales importantes sobre el desarrollo de la industria

azucarera son: Michiel Baud, “The Origins of Capitalist Agriculture in

the Dominican Republic”, , 22, no. 2 (1987), pp. 135-153; José del Castillo,

“La formación de la industria azucarera moderna en la República

Dominicana”, en Antonio Lluberes, José del Castillo y Ramón Albuquerque, 

eds., Tabaco, azúcar y minería, Santo Domingo, Banco de

Desarrollo Interamérica y Museo Nacional de Historia y Geografía, 1984,

pp. 23-56; Jacqueline Boin y José Serrulle Ramia, El proceso del

desarrollo del capitalismo en la República Dominicana (1844-1930),

2 vols., Santo Domingo, Edición Gramil, 1985; y Roberto Cassá, Historia

social y económica de la República Dominicana, vol. 2 , Santo

Domingo, Editorial Alfa y Omega, 1989, pp. 128-140. Para una perspectiva

comparativa con Cuba ver Roberto Marte, Cuba y la República

Dominicana: transición económica en el Caribe del siglo XIX (Santo

Domingo, Universidad APEC, 1988, y Franc Báez Evertz, La formación

del sistema agroexportador en el Caribe: República Dominicana y

Cuba 1515-1898, Santo Domingo, Editorial Universidad Autónoma de

Santo Domingo, 1986. Un estudio comparativo de las tres Antillas

hispano-hablantes en el primer tercio del siglo XX se encuentra en

César J. Ayala, American Sugar Kingdom: The Plantation Economy of

the Spanish Caribbean, 1898-1934, Chapel Hill, The University of

North Carolina Press, 1999.

 

En las circunstancias propicias del mercado de ese período, tres

de aquéllos cubanos, uno de ellos naturalizado estadounidense,

construyeron por separado el primer molino de vapor en el país (el

Isabel, en Puerto Plata) y dos ingenios (el Angelina y el Porvenir en

San Pedro de Macorís).22

 

Ingenios, colonias e inmigración en República
Dominicana

 Desde la década de 1870 el Estado Dominicano fomentó la

industria azucarera mediante concesiones individuales de franquicias

y tierras. En 1881 se legisló para establecer factorías centrales y

fomentar la división del trabajo en el cultivo de la caña y la

elaboración del dulce.23  La medida no fue viable. Aunque dichas

centrales alimentaron sus molinos con la materia prima de colonias

de muchos propietarios locales (con la excepción de los ingenios

Puerto Rico, del boricua Juan Serrallés, y Angelina, del poderoso

comerciante-banquero italiano Juan Bautista Vicini), la mayoría

provino de sus propias siembras. El uso de trenes portátiles y el

inicio de la construcción de sistemas ferroviarios fijos favoreció la

articulación de las fábricas con los terrenos antaño baldíos y por

 

22. Jaime de Jesús Domínguez, Notas económicas y políticas sobre el

período julio 1865-julio 1886, vol. 1, Santo Domingo, Editora

Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1983, pp. 306-312.

23. Ver “Núm. 1961-Decreto del P.E. acordando franquicias a los ingenios

centrales”, Colección de leyes, decretos y resoluciones de los poderes

legislativo y ejecutivo de la República 1881-1883, Santo Domingo,

Imp. ONAP, 1983, pp. 75-77. En la República Dominicana se usa el término

ingenio y central indistintamente, lo que dificulta a veces clasificar a las

unidades productoras.

 

entonces plantados de gramínea. El suelo era “más rico, no

cansado”24  y superior en calidad y en cantidad al de Borinquen,

pues la superficie de Santo Domingo es cinco veces más grande

(48,734 km2  frente a 8,887).

 Enfrentada al repliegue del campesino a su conuco por los bajos

salarios y la inestabilidad política, la industria azucarera dominicana,

con la aprobación de los gobiernos de turno, recurrió a la importación

de trabajadores.25  Por consideraciones raciales y étnicas el primer

reclutamiento de caribeños se realizó en Borinquen. Muchos de los

inmigrantes fueron a laborar en la provincia de San Pedro de Macorís,

en el Ingenio Puerto Rico y la Central Consuelo del estadounidense

William Bass, dueño también de la fundición neoyorquina Pioneer

Iron Works.26  En 1893 Juan J. Sánchez resumió el contexto

demográfico diciendo: “vacío el territorio de la República

Dominicana y repleto el de la Isla de puerto-rico [sic.]”.27

 Al no juzgarse apta la mano de obra puertorriqueña se empezó

a sustituir, en la última década del siglo XIX, por una inmigración

golondrina de cocolos;28  es decir, trabajadores negros y mulatos,

 

24. Testimonio del puertorriqueño P.A. Mestre ante la Comisión de

Investigación para la Anexión de la República Dominicana a los Estados

Unidos, U.S. Commision of Inquiry to Santo Domingo, Report, 

Washington D.C., 1871, p. 249 (traducción del autor).

25. La investigación más completa sobre este tema se encuentra en José

del Castillo, La inmigración de braceros azucareros a la República

Dominicana, Santo Domingo, Cuadernos de CENDIA, 1978.

26. José del Castillo, “Consuelo: biografía de un pequeño gigante”,

Inazúcar, 6, no. 31 (mayo-agosto, 1981), pp. 33-38.

27. Juan J. Sánchez, La caña en Santo Domingo, Santo Domingo, Imp. de

García Hermanos, 1893, p. 80.

28. En la República Dominicana se conoce con ese nombre a los inmigrantes

de las Antillas Menores y de otras colonias inglesas.

 

en su mayoría de habla inglesa, oriundos de las cercanas colonias

europeas no españolas del Caribe Oriental.29  Esa corriente

poblacional se mantuvo constante durante las primeras cuatro

décadas de la siguiente centuria:

“(...) Si no hubiera habido en el país antillanos menores las

cosechas de caña habrían sido imposibles en estos últimos años

de conmociones y revueltas”.30

 

La crisis de los precios azucareros entre 1884 y 1900 arruinó

por lo menos a 14 de los 30 ingenios existentes en la República

Dominicana. Sin embargo, según muestran los datos del Gráfico 1,

la producción de dulce aumentó gradualmente y en el inicio del

siglo XX era diez veces mayor que a principios de la década de los

1880. El arancel de los Estados Unidos, determinado por la

American Sugar Refining Co., popularmente conocida como el Sugar

Trust, compelió a:

“Fabricar azúcar inferior (...) el cual tiene (...) salida

obligada en su único mercado: en los Estados Unidos”.31

También la isla de St. Thomas jugó una función comercial y

financiera importante, pero, a diferencia de lo que sucedió en Puerto

Rico, con una conexión curazaoleña.

 A finales del siglo XIX e inicios del XX comenzó la consolidación

de la industria azucarera dominicana en manos del capital comercial

 

29. La mayoría provino de las colonias británicas, francesas holandesas y

danesas (estadounidenses desde 1917) en las Antillas Menores.

30. José Ramón López, “La caña de azúcar en San Pedro de Macorís desde

el vosque virgen hasta el mercado”, en José Ramón López, Ensayos y

artículos, 2. Santo Domingo, Fundación Corripio, 1991, p. 78.

31. José Ramón Abad, La República Dominicana. Reseña general geográfica

estadística. Santo Domingo, Imp. García Hermanos, 1888, p. 319.

 

estadounidense –Bartram Brothers y Hugh Kelly & Co.32

principalmente en San Pedro de Macorís. Esa provincia, con sus

terrenos vírgenes y fértiles, el agua abundante de sus ríos y un puerto

de excelente calado, se convirtió en el centro principal de la misma

hasta bien entrada la segunda centuria citada.33 En ella, al igual que

en La Romana desde la década de 1910, el creciente latifundio

cañero de las corporaciones estadounidenses desplazó de las tierras

al cacao campesino, no así en el Cibao en donde, según la célebre

sentencia sociológica de Francisco Bonó: “El tabaco (...)

demócrata” y luego el referido “cacao (...) oligarca” crearían una

clase comercial nacional durante la segunda mitad del Ochocientos.34

 

República Dominicana afuera, Puerto Rico adentro

A pesar de los vínculos económicos y políticos y las gestiones

de las corporaciones azucareras de San Pedro de Macorís, los

Estados Unidos no otorgó la reciprocidad comercial al azúcar

 

32. Ambas eran empresas familiares de Nueva York y poseían otros ingenios

en el Caribe. Hugh Kelly era dueño del Central Teresa en Cuba y Bartram

Brothers de varias fábricas azucareras en la colonia danesa de St. Croix.

33. Se han realizado tres interesantes tesis doctorales sobre San Pedro de

Macorís, ver Héctor L. Martínez, “Papel de San Pedro de Macorís en el

proceso de modernización y afianzamiento de la industria azucarera,

1880-1930”, Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Santo Domingo,

1986; Julie C. Franks, “Transforming Property: Landholding and Political 

Rights in the Dominican Sugar Region, 1880-1930”, Tesis doctoral,

State University of New York at Stony Brook, 1997; y April J. Mayes,

“Sugar’s Metropolis: The Politics and Culture of Progress in San Pedro

de Macorís, Dominican Republic, 1870-1930”, Tesis doctoral, The 

University of Michigan, 2003. 34. Citado en Harry Hoetink, El pueblo 

dominicano: 1850-1900. Apuntes para su sociología histórica, Santiago, 

Universidad Católica de Madre y Maestra, 1971, p. 118.

 

dominicano.35  Al cubano, por el contrario, le dio una preferencia

aduanera de 20% en el Tratado de 1902. El Sugar Trust no tenía

intereses en Santo Domingo como los que poseía en la Gran Antilla

y los que creó luego en Puerto Rico, a pesar del cabildeo en contra

del Estado cañero-azucarero de Luisiana.36

La inclusión de Puerto Rico como territorio arancelario de los

Estados Unidos desde 1901 ocasionó un auge sin precedentes en

su industria azucarera.37  El sueño de sus hacendados se hizo

realidad: la entrada libre de su artículo en el principal mercado

mundial. Al convertirse en un productor doméstico, la isla se unió a

Luisiana, los Estados remolacheros y las colonias de Hawaii y

Filipinas para mantener fuera del mismo a otros competidores

mediante tarifas aduaneras proteccionistas.

 

35. William L. Bass escribió un interesante libro a favor de este reclamo:

Reciprocidad. Exposición presentada al Gobierno de la República

Dominicana. Santo Domingo, Imprenta La Cuna de América, 1902. Más

tarde, intentó levantar una central en Puerto Rico en el municipio de

Humacao y, al radicarse en la ciudad de Nueva York, llevó una fuerte

campaña contra el Sugar Trust. Ver su revista The Sugar Sentinel.

36. En 1900 el Congreso estadounidense aprobó, junto con la Primera Ley

Orgánica que otorgaba el gobierno civil a Puerto Rico, una resolución

limitando a 500 acres la cantidad de tierra que podía poseer una

corporación. Esa ley, producto de los intereses azucareros de Luisiana,

fue papel mojado ante el peso de las empresas del sector hasta la

década de 1940.

37. Ver Ángel Quintero Rivera, Patricios y plebeyos: burgueses,

hacendados, artesanos y obreros. Las relaciones de clase en el Puerto

Rico de cambio de siglo, Río Piedras, Ediciones Huracán, 1988, pp. 129-

188, y Juan Giusti Cordero, “En búsqueda de la nación concreta: ‘el

grupo español’ en la industria azucarera de Puerto Rico, 1890-1920”, en

Consuelo Naranjo, Miguel A. Puig-Samper y Luis Miguel García Mora,

eds., La nación soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98,

Madrid, Ediciones Doce Calles, S.L., 1996, pp. 211-224.

 

Entre 1898 y 1913 se construyeron en Puerto Rico más de 35

nuevas centrales de diverso tamaño, capacidad y capitalización.

En 1910 había 41, de las cuales 33 eran de empresas boricuas, 5

de estadounidenses y 3 de europeos. Las primeras producían el

57% del azúcar crudo insular para la exportación, las segundas un

37% y las terceras un 6%. La inversión en las estadounidenses

provino de las ciudades del este (Nueva York, Boston y Filadelfia)

y tenía sólidos vínculos con el Sugar Trust; sus gerentes y el personal

técnico empleado en su administración y funcionamiento procedió

de Luisiana y las regiones del sur.38

 

Centrales, colonos y el mosaico de Puerto Rico

La proliferación de centrales eliminó las haciendas y las factorías

semi-mecanizadas en Puerto Rico. En sólo dos décadas sus terrenos

fueron comprados, arrendados o convertidos en colonias para

abastecer de caña a las primeras. Esta expansión integró a la

economía azucarera miles de aparceros y de pequeños y grandes

colonos (por ejemplo, el ausentista Wenceslao Borda Klugkist, el

latifundista Manuel González, o el político Jesús T. Piñero),

creándose un influyente grupo social.39  No significó una

 

38. El Louisiana Sugar Planter and Manufacturer (1888-1924), con

versiones en español publicadas en diferentes momentos en Cuba y

México, fue el mejor órgano de información tecnológica y económica y

social de los distintos productores azucareros. En él se puede ver a

través del tiempo el desarrollo de una red de comunicación entre los

ingenieros, químicos y técnicos estadounidenses. Ver Humberto García

Muñiz, “Louisiana ‘Sugar Tramps’ in the Caribbean Sugar Industry”,

Revista/Review Interamericana (http://www.sg.inter.edu/revista-ciscla/

volume29/garcia.pdf).

39. Borda Klugkist era un colono fuera de lo común. Nacido en Londres,

con ciudadanía estadounidense adquirida antes del cambio de

soberanía en 1898, fue el colono principal de la Central Plazuela por medio 

de la Hacienda La Esperanza y el sub-arriendo del Caño Tiburones

a esa empresa. También adquirió grandes extensiones de terrenos en el

área hoy conocida como Isla Verde y Ocean Park. Gran parte de su

capital provino de su madre, Luisa Klugkist Avilés, nacida en

Cienfuegos, Cuba, del matrimonio del alemán Charles Klugkist y Josefa

Felicita Avilés. Se casó con una dama de la sociedad de Rhode Island,

con la cual adquirió “Canonchet”, la legendaria mansión de 68

habitaciones localizadas en Narragansett. Ver Peg A. Chambier, Kate

Chase and William Sprague: Politics and Gender in a Civil War Marriage, 

Lincoln, University of Nebraska Press, 2003, p. 147, y “Hernán

Venegas<“Centro Juan Marinello”cidcc@cubarte.cult.cu.>“Charles

Klugkist”>mensaje privado por correo electrónico a Humberto García

Muñiz<hgarcia@prw.net>26 de enero de 2004, Archivo personal de

Humberto García Muñiz

 

concentración mucho mayor de la tierra, que ya había avanzado

mucho en el siglo XIX. La caña venció al tabaco en la competencia

por el suelo en varias regiones en pugna, especialmente en los

municipios de Caguas y Cayey.

 La Guánica Central de la South Porto Rico Sugar Co. (SPRSC),

de capital germano-estadounidense de Borinquen y Nueva York,

era la fábrica que controlaba más tierras en la isla y producía más

azúcar.40  Su capacidad de molienda era de tal magnitud que su

radio de influencia se extendió a los cañaverales de un tercio de la

costa del país y, como veremos luego, esto no fue suficiente y la

empresa optó también por importar caña del este de la República

Dominicana.

 El crecimiento de la industria azucarera puertorriqueña comenzó

a flaquear en la década de 1910 por la amenaza del ingreso libre

medio de la Hacienda La Esperanza y el sub-arriendo del Caño Tiburones

a esa empresa. También adquirió grandes extensiones de terrenos en el

área hoy conocida como Isla Verde y Ocean Park. Gran parte de su

capital provino de su madre, Luisa Klugkist Avilés, nacida en

Cienfuegos, Cuba, del matrimonio del alemán Charles Klugkist y Josefa

Felicita Avilés. Se casó con una dama de la sociedad de Rhode Island,

con la cual adquirió “Canonchet”, la legendaria mansión de 68

habitaciones localizadas en Narragansett. Ver Peg A. Chambier, Kate

Chase and William Sprague: Politics and Gender in a Civil War 

Mar[1]riage, Lincoln, University of Nebraska Press, 2003, p. 147, 

y “Hernán Venegas<“Centro Juan Marinello”cidcc@cubarte.cult.cu.>

“Charles Klugkist”>mensaje privado por correo electrónico a Humberto García

Muñiz<hgarcia@prw.net>26 de enero de 2004, Archivo personal de

Humberto García Muñiz.

 

40. Las empresas alemanas eran Fritze, Lundt & Co. en Puerto Rico y Muller,

Schall & Co. en la ciudad de Nueva York. Esta última también mantuvo

una importante conexión comercial con la República Dominicana. 

Du[1]rante la Primera Guerra Mundial ambas fueron obligadas a cerrar por el

gobierno de los Estados Unidos.

 

de dulce en el mercado estadounidense en 1916 tras la aprobación

de la Ley Underwood-Simmons. El peligro desapareció con la

entrada de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial y su

control de la producción, las ventas y el transporte del azúcar crudo

a partir de 1917. Un efecto inmediato fue el alza en los precios y de

las ganancias de las corporaciones del sector hasta 1920.

 Durante el referido conflicto mundial la construcción de ingenios

y las siembras de su materia prima se extendieron hasta el interior

montañoso de Puerto Rico. Hubo un intento fallido de Georgetti,

Cintrón, Aboy & Co. de crear un consorcio de centrales boricuas

que rivalizara con las empresas estadounidenses: la SPRSC, la Central

Aguirre Sugar Syndicate (de Boston) y la Fajardo Sugar Co. (del

mencionado L.W. Armstrong, registrada entonces en Nueva York).

Otro hecho destacado del período fue una ola de huelgas victoriosas

de los obreros cañeros durante los años 1915-1921 encabezadas

por el liderazgo tabaquero de la Federación Libre de Trabajadores,

y a veces con el apoyo clave de los ferrocarrileros y de los

estibadores de los puertos. No había escasez de mano de obra en

la isla con una densidad de 145 habs./km2

 en 1920 y aun así se

importaron inmigrantes del Caribe angloparlante, conocidos como

los “tórtolos”, por ser los primeros de Tórtola, una de las Islas

Vírgenes Británicas.41

 La prosperidad de la industria azucarera puertorriqueña atenuó

el impacto negativo de la plaga de mosaico, identificada con certeza

en 1917. Las estaciones experimentales del gobierno de los Estados

Unidos y de la Guánica Central, esta última con técnicos blancos

oriundos de Barbados y discípulos del afamado científico John R.

 

41. Ver Fernando Picó, “Los chivos expiatorios. Los tórtolos en Puerto

Rico, 1898-1899”, Revista Mexicana del Caribe, 6 (1998), pp. 100-115.

 

Bovell, atajaron la propagación de la enfermedad con “la

revolución de las variedades”; o sea, con la importación de nuevos

tipos resistentes a la infección y de mayor rendimiento en sacarosa.42 

Se comenzó con la Uba y luego con la BH-10(12), la SC-12 (4),

la D-433, y finalmente predominaron las de la Estación Experimental

de Pasoeroen, en Java, las POJ- 2714, 2725 y 2878.

 La revolución en la cañicultura, unida al uso de fertilizantes y la

irrigación, duplicó la oferta puertorriqueña de azúcar, manteniendo

más o menos igual la cantidad de tierra sembrada. Al eliminarse los

controles de precios, la bonanza tuvo su conclusión a finales de 1920

por la sobreproducción mundial de dulce. La situación empeoró con

otra disminución de las cotizaciones entre 1926 y 1927 y se vendieron

cuatro centrales de hacendados boricuas y una belga a un nuevo

consorcio estadounidense, la United Porto Rico Sugar Co.,

adquisición que inclinó la balanza de la propiedad a favor de las

empresas estadounidenses, que dominaron la producción de la zafra

de 1930-1931, con un 51%, frente al 49% de las firmas locales.

 

Las centrales estadounidenses en la República
Dominicana

En la República Dominicana las “revoluciones”; es decir, el

impacto de la inestabilidad política, fue la razón aducida por los

Estados Unidos para asumir formalmente en 1907 el control de las

aduanas del país. A finales de la década de 1910 el capital extranjero

 

42. Ver Humberto García Muñiz, “Interregional Transfer of Biological Technology 

in the Caribbean: The Impact of Barbados’ John R. Bovell’s

Cane Research on the Puerto Rican Sugar Industry, 1888-1920s”, Revista

Mexicana del Caribe, vol. II, nº 3, 1997, pp. 6-40.

 

poseía 8 de las 14 centrales y el 62% de la tierra plantada de caña.43 

Hasta las cuatro centrales de los empresarios locales Vicini se

registraron en New Jersey con el nombre de General Industrial

Co. La gerencia de las fábricas de dulce, con la excepción del

Ingenio Cristóbal Colón, estuvo en manos de ingenieros y técnicos

estadounidenses, algunos de ellos adiestrados en Luisiana.

 La Ley de Franquicias Agrícolas facilitó la expansión del capital

estadounidense en la República Dominicana, en particular la SPRSC,

con su subsidiaria en el poblado de La Romana.44  De 1913 a 1934

los barcos de dicha empresa cruzaron las 130 millas náuticas del

Canal de la Mona para alimentar con caña de Santo Domingo,

exenta de aranceles, a los ingenios de la Guánica Central en el

pueblo cañero de Ensenada, al suroeste de Puerto Rico.45 

 Por razones estratégicas y con un profundo impacto social,

económico y político, los Estados Unidos ocuparon militarmente a

la República Dominicana durante los años de la Primera Guerra

Mundial y mantuvieron su control hasta el 1924.46  Para abastecer


43. Siete de estas ocho centrales pertenecían a empresas norteamericanas

y la otra a cubanos radicados en los Estados Unidos. Sólo recién se

encuentra disponible parte de una valiosa documentación sobre el

mundo empresarial dominicano en el “Fondo documental Peynado y

Peynado”, Sala de documentos judiciales y colecciones especiales,

Biblioteca de la Escuela de Derecho, Universidad de Puerto Rico, Río

Piedras.

44. La legislación fue redactada por Dillingham & Hatch, el bufete

corporativo de Nueva York cuyo principal cliente era la SPRSC. En 1911

se aprobó sin cambios en el Congreso gracias a las gestiones del Senador

Francisco Richiez Ducoudray, de La Romana.

45. Edward Britton, comp., DC1 Commercial Santo Domingo in 1916,

New York, General Latin America Corporation, s.f., p. 15.

46. Ver Paul Muto, “The Illusory Promise: The Dominican Republic and the

Process of Economic Development, 1900-1930”. Tesis doctoral, University of 

Washington, 1976., Bruce J. Calder, The Impact of Intervention:

the Dominican Republic during the U.S. Occupation of 1916-1924,

Austin, University of Texas Press, 1984 (hay traducción española, El

impacto de la intervención: la República Dominicana durante la

ocupación norteamericana de 1916-1924, Santo Domingo, Fundación

Cultural Dominicana, 1998).

 

la demanda británica y canadiense durante el conflicto internacional,

el gobierno de intervención promovió la expansión de la industria

azucarera en el país. Así nació la Central Romana, construida por

la SPRSC en 1918 como la más grande fábrica de dulce del planeta

en una ubicación escogida por el ex-miembro del Sugar Trust,

Horace Havemeyer.47  También se fundaron las centrales Barahona,

Las Pajas y otras cuatro de capital nacional en Puerto Plata: Monte

Llano, Mercedes, San Carlos y Cuba, esta última de la familia

Brugal.48  Aun en ocasión tan propicia fracasaron los intentos del

referido gobierno interventor y de las corporaciones del sector de

lograr el acceso libre al mercado de los Estados Unidos.49

 

La lucha por la tierra y el mosaico en la República

Dominicana

Durante las décadas de 1910 y 1920 se agravó el conflicto

por el suelo entre las corporaciones azucareras en el este de la

 

47. Ver James Scott, “Central Romana”, Sugar, 21. no. 2 (February, 1919),

pp. 93-100, y Daniel Catlin Jr., Good Work, Well Done: The Sugar Business 

Career of Horace Havemeyer, 1903-1915, New York, impresión

privada, 1988, p. 129.

48. Ver Antonio R. Lluberes, The Sugar Industry: Emergence and 

Development of Capitalism in the Dominican Republic, 1872-1930, tesis de

maestría, Washington D.C., George Washington University, 1982, pp. 122-140.

49. Ver Charles H. Albrecht y Frank Anderson, Development of the 

Dominican Republic, Washington, D.C.: Government Printing Office, 1914, p. 9.

 

República Dominicana. Un resultado importante de tal

enfrentamiento fue la disputada conversión de los terrenos

comuneros en propiedad de las centrales con la implantación del

sistema australiano Torrens de registro de tierras. Para ello se

recurrió a la aplicación de la ley, los desalojos y el fraude, lo que

contribuyó a aumentar las fuerzas y las actividades de los gavilleros

hasta su fin en 1922.50  Además, la crisis de 1920-1921 y la

subsiguiente caída de los precios del dulce arruinó a un gran número

de colonos y sus predios pasaron a manos de las empresas

industriales.

 A mediados de la década de 1920 no existió

 “Ninguna zona dedicada al cultivo de la caña de azúcar

que no se encuentre invadida por la enfermedad (del

mosaico)”.51

Al contrario que en Puerto Rico, sin embargo, las grandes

reservas de terrenos permitieron que los ingenios expandieran las

siembras de materia prima en un momento en que carecían de

recursos para la erradicación de la plaga, y las exportaciones de

dulce se mantuvieron estables desde 1926 hasta la década de 1930,

según se desprende de la información del Gráfico 1. Sólo la Central

Romana, por el programa de desarrollo de nuevas variedades en

Borinquen de su empresa propietaria, comenzó inmediatamente la

sustitución de las cañas afectada por la infección.52

 

50. Se conoce con este nombre a los que lucharon contra la ocupación

estadounidense de la República Dominicana.

51. Luis Felipe Vidal, El mosaico de la caña de azúcar. San Pedro de

Macorís, Tip. Cervantes, 1931, p. 10.

52. En 1923 la Central Porvenir, de la familia Kelly, estableció la primera

estación experimental de caña en la República Dominicana. 

Estuvo a su cargo personal técnico blanco de St. Kitts y su primera tarea 

fue el desarrollo de nuevas variedades. Para información sobre los propietarios,

la gerencia, la fábrica y el cultivo de las centrales ver A.B. Gilmore, The

Porto Rico Sugar Manual Including Data on Santo Domingo Mills,

New Orleans, Gilmore’s, 1930, pp. 249-278

 

El capital financiero y la inmigración haitiana

 En 1920 las compañías estadounidenses en la República

Dominicana producían el 65% del azúcar del país, un 13% más

que en 1910. La crisis de precios provocó la venta de varias de

esas fábricas –Barahona, Consuelo, Las Pajas, Quisqueya y San

Isidro– a un consorcio con intereses en la Gran Antilla, la West

Indies Sugar Finance Corp., que en 1924 se refundó como Cuban

Dominican Sugar Co., ligada a la National Sugar Refinery y el

National City Bank.53  En 1926 la Central Romana se convirtió

en el mayor terrateniente de la nación al adquirir el Ingenio Santa

Fe, C. por A. y sus 75,000 acres de tierra.54  Ambas factorías

eran controladas desde la Guánica Central en Puerto Rico, que

estaba a su vez en contacto constante con la oficina matriz de la

SPRSC en Nueva York. Su banco era el Bankers Trust, vinculado

a J.P. Morgan & Co. Por otro lado, el Chase Manhattan Bank se

hizo cargo de la Central Montellano en Puerto Plata en 1928.

 En 1930 persistía el dominio de las corporaciones

estadounidenses en la industria azucarera de la República

Dominicana, cuyos principales intereses estaban en Cuba y Puerto

 

53. Melvin M. Knight, The Americans in Santo Domingo, New York, 

Vanguard Press, 1928, pp. 130-132 (hay traducción española, Los americanos

en Santo Domingo, Ciudad Trujillo, Imprenta Listín Diario, 1939).

54. Ver Humberto García Muñiz, “Sugar Land and Guerrilla Warfare in 

Eastern Dominican Republic”, Historia y Sociedad, 12 (2000-2001), pp. 3-48.

 

Rico. Ese año produjeron 91% del dulce del país, su principal artículo

de exportación. En manos locales sólo quedaron las tres centrales

–Angelina, Italia y Cristóbal Colón– de los Vicini y el Ingenio San

Luis de Santiago y Oscar Michelena, empresarios de origen boricua,

que pronto pasaron a manos del Bank of Nova Scotia, tras un

contenciosa litis.55

 En la zafra de 1930-1931 la mayoría de las plantaciones cañeras

todavía sembraban “Cristalina”, una variedad muy susceptible a la

plaga mosaica e iniciaban un lento proceso de sustitución por otras

variedades de la gramínea.

 En 1920 la densidad de población en la República Dominicana

era todavía baja: 18 habs./km2

. La fuerza de trabajo en los

cañaverales comenzó a cambiar con una inmigración de campesinos

haitianos que desplazó primero a la cocola de las provincias

fronterizas de Azua y Barahona y, luego, de San Pedro de Macorís

y La Romana. El Departamento de Estado señalaba en 1926 que:

 “La penetración a través de la frontera es constante y la

cantidad al presente se sabe que es superior a los 60.000 y

quizás alcance los 100.000 [inmigrantes]”.56


En los años veinte había

“Unos cuatro extranjeros de origen (sic.) por cada dominicano

en todos los aspectos relacionados a la plantación [azucarera]”.57


55. Ver documentación relacionada y “Entrevista a Santiago Michelena

Ariza por Humberto García Muñiz, 19 de mayo de 1991”, en la “Colección

Santiago Michelena”, Centro de Investigaciones Históricas, Facultad

de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.

56. Citado en José del Castillo, “Demografía de la inmigración haitiana”,

Ensayos de sociología dominicana, Santo Domingo, Siboney, 1981, p.

185. Ver Orlando Inoa, Azúcar: árabes, cocolos y haitianos, Santo

Domingo: Editora Cole, FLACSO Programa República Dominicana, 1999.


 

 La situación en la fase fabril de la producción de dulce en la

República Dominicana era distinta de la agrícola. Hubo una presencia

significativa de población local y puertorriqueña en la administración,

a la que se unieron los cocolos en los labores cualificados de la

central. Esa heterogeneidad, junto con el control militar de los

Estados Unidos, contribuyó a que se dieran pocas huelgas y a que

ninguna abarcara fábricas y cañaverales. La crisis de 1929 provocó

la expulsión masiva de obreros extranjeros y el inicio de la política

de nacionalización del trabajo del nuevo presidente, Rafael Leónidas

Trujillo, quien usurpó el poder en 1930. Así se comenzó a

interrumpir la repatriación de capital salarial por concepto del envío

de remesas de los jornaleros foráneos a sus países de origen, un

problema que no afectó a la industria azucarera boricua.

 A mediados de la década de 1930 el gobierno de Washington

atajó el problema de la reducción de las cotizaciones del azúcar

con el establecimiento de un sistema de cuotas para las distintas

áreas domésticas productoras de dicho artículo (continentales y de

los territorios insulares) y para la importación de países extranjeros

(fundamentalmente de Cuba), protegiendo de esta forma a las

empresas nacionales y boricuas. A Puerto Rico se le garantizó el

abastecimiento de un 12,8% de la demanda estadounidense de

dulce, mientras que la República Dominicana, donde la industria

del edulcorante era controlada mayoritariamente por corporaciones

norteamericanas, tuvo que enfrentarse a los avatares de un mercado

mundial saturado de excedentes y con precios muy bajos, tras el

fracaso inicial del Plan Chadbourne de 1931, al que no se suscribió.


57. Roberto Cassá, Capitalismo y dictadura, Santo Domingo, Universidad

Autónoma de Santo Domingo, 1982, p. 206

 

Conclusiones

Las disímiles modernas historias azucareras de la República

Dominicana y Puerto Rico se originan en una misma coyuntura: la

Revolución Haitiana. Este magno evento coadyuvó con varios otros

factores al desarrollo de la industria del edulcorante boricua bajo

un férreo régimen colonial a finales del siglo XVIII y principios del

XIX, y significó el final de dicha actividad en La Española.

 En el último tercio del siglo XIX la industria azucarera contó en

Puerto Rico con una clase de hacendados y con cuadros técnicos

expertos en la tecnología de producción del dulce, experiencia

lograda en otras sugar islands –por ejemplo, en el establecimiento

de centrales en Martinica o en el estudio de las variedades cañeras

en Barbados–. Ese capital humano y empresarial criollo y extranjero

sufrió los bajos precios del edulcorante en distintos momentos, el

aumento de la competencia en el mercado internacional y las

onerosas condiciones económicas, mercantiles y fiscales del régimen

colonial-español, por lo que muchas de sus haciendas, ingenios, y

de sus centrales posteriormente, pasaron al control de los

comerciantes-banqueros, aunque sobrevivieron hasta la conquista

militar de la isla por los Estados Unidos. A pesar de tales dificultades

y una drástica disminución de las exportaciones a partir de la década

de 1870, el sector se desenvolvió en una relativa estabilidad social

y política bajo la soberanía hispana.


 La industria azucarera en la Republica Dominicana, por su parte,

se desarrolló en tierras vírgenes casi treinta años después de que el

país alcanzase la independencia. Las exportaciones crecieron

lentamente desde 1879 en un ambiente de relativa inestabilidad. Al

igual que en Puerto Rico, pero con más de medio siglo de diferencia,

una inmigración extranjera con conocimiento gerencial y tecnológico

y capital proveniente de una zona en guerra (Cuba), obtuvo apoyo

gubernamental para volver a poner en marcha el sector. La superficie

cultivada de caña aumentó radicalmente. Sucedió una verdadera

revolución agraria al establecerse un patrón de tenencia del suelo

que permitió, primero, la acaparación de los terrenos baldíos y,

más tarde, de los predios comuneros, bajo un régimen latifundista

controlado mayormente por las centrales estadounidenses.

 En el último tercio del siglo XIX el establecimiento de centrales

azucareras en Puerto Rico y la República Dominicana fue resultado

de la crisis de los precios del dulce. En la primera, se erigieron

dichas fábricas con capital local y británico, siendo este último el

más importante. En la segunda, predominaron los inversores

extranjeros y, entre ellos, los estadounidenses fueron los que

prevalecieron al finalizar la citada centuria. Faltó una elite criolla en

la propiedad industrial, aunque sí estuvo presente con distinta suerte

en el colonato cañero, diezmado posteriormente por las crisis de la

década de 1920 y la depresión de 1930.


 Las diferencias en cuanto a la disponibilidad de tierra y la

densidad demográfica influyeron en la oferta de dulce y en el

mercado y la movilidad laboral. Borinquen contó con una mano de

obra estable, relativamente homogénea, mientras que en la

República Dominicana se recurrió al reclutamiento de jornaleros

de otros lugares del Caribe. Primero se buscaron boricuas, luego

cocolos y, más tarde, haitianos hasta entrado el siglo XX. Los

inmigrantes antillanos fueron mayoría en la fuerza de trabajo de la

industria azucarera y, a diferencia de lo que ocurrió en Puerto Rico,

no se dio un proceso de proletarización rural a escala nacional.

 Durante el último tercio del siglo XIX, las exportaciones de

azúcar de Puerto Rico y la República Dominicana no fueron

competitivas en el mercado mundial frente a otros productores

cañeros y remolacheros. El resultado fue una reducción paulatina

de la oferta de dulce en Borinquen y su sustitución por la de café

como artículo comercial más importante.


En la República Dominicana, la producción de azúcar crudo,

aun con un crecimiento lento y con la competencia del cacao, se

convirtió en el principal rubro de exportación, aunque se vendió

sólo en el mercado estadounidense. Su tasa de incremento anual

entre 1879-1880 y 1897-1898 fue del 14.9%, mientras en Puerto

Rico se redujo en un 3.3%.


 El siglo XX se inauguró con varios sucesos beneficiosos para la

producción de azúcar en la República Dominicana y en Puerto Rico:

la entrada libre de derechos del dulce boricua en el mercado

estadounidense, y la apertura del europeo para ambos al desaparecer

virtualmente la industria remolachera del Viejo Continente durante la

Primera Guerra Mundial y los años posteriores (1914-1920).

 La integración de Puerto Rico en el mercado de los Estados

Unidos y la protección de su producción de azúcar por los aranceles

obligó a la producción dominicana a competir con desventaja frente

a ella en dicho país y a depender fundamentalmente de las

exportaciones a Canadá y Gran Bretaña, especialmente después de

la Primera Guerra Mundial.


 El control de los Estados Unidos –colonial en Puerto Rico y

neo-colonial en la República Dominicana– determinó el desarrollo

de sus industrias azucareras aun antes de la Primera Guerra Mundial.

La expansión sin precedentes en la historia caribeña de la SPRSC en

ambos países evidenciaron una capacidad empresarial impresionante

que tal vez sólo se pudo dar en el referido marco de la hegemonía

norteamericana.


 La industria azucarera en Puerto Rico y la República Dominicana

creció rápidamente en el siglo XX. El motor fueron las inversiones de

empresas de la costa este estadounidense, distintas en su origen y

vinculación con el Sugar Trust, pero semejantes en su uso de gerentes

procedentes de Luisiana. En el primer caso, se establecieron centrales

de capital local y la mayoría capearon la plaga del mosaico y las

crisis de las décadas de 1920 y 1930 por estar dentro del mercado

protegido norteamericano. En el segundo, no aguantaron el embate

de los bajos precios en los años veinte y treinta y pasaron casi todas

a manos de firmas de los Estados Unidos vinculadas con la banca de

ese país.


 Tanto Puerto Rico como la República Dominicana, se defendieron

de las difíciles circunstancias esbozadas en párrafos precedentes con

una política de aumento de la producción azucarera. En el primero se

duplicó gracias a las nuevas variedades de caña introducidas y a las

favorables condiciones de mercado. En el segundo se extendió el

área cañera en las tierras de reserva que aún quedaban inexplotadas

y se importó mano de obra haitiana para trabajarlas. Durante el

período de 1898-1899 a 1929-1930 la tasa de crecimiento anual de

la oferta de dulce boricua fue del 10.6%. En el caso de Santo

Domingo dicho incremento fue menor, un 6.6%.

 Se puede concluir que las diferencias en la evolución histórica

de las industrias azucareras decimonónicas en los dos casos

estudiados propició variaciones importantes en las características de

la plantación y en su combinación, entre las que destacan: la cantidad,

calidad y sistema de tenencia de la tierra; la composición étnica de la

fuerza de trabajo; el origen del capital invertido; la creación de clases

y grupos sociales; el contexto tecnológico; y la participación en los

mercados externos. Aunque durante el siglo XX la presencia de los

Estados Unidos en ambos países fue predominante, su expresión

hegemónica, al interaccionarse con los factores locales y el ámbito

regional, fue distinta. Ello condujo al desarrollo de una plantación

que no se repite en la República Dominicana y en Puerto Rico.


Comentarios

Le puede interesar: